VOCACIONES

 El Papa invita a los jóvenes a que consideren su vocación.
Las JMJ, una iniciativa profética de Juan Pablo II, afirma
CIUDAD DEL VATICANO, lunes 15 de marzo de 2010 (ZENIT.org).- Benedicto XVI invita a los jóvenes a ponerse a la escucha de Dios para descubrir cuál es el diseño que Él ha pensado para sus vidas, en el Mensaje para la Jornada Mundial de la Juventud de este año, que ha sido publicado hoy.
La Jornada Mundial de este año, que lleva por tema Maestro bueno, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna? supone un acontecimiento especial, afirma el Papa, al cumplirse el 25° aniversario de la institución de estos encuentros por el Papa Juan Pablo II.
El Pontífice afirma que la iniciativa de su predecesor fue profética, subrayando que ha traído frutos abundantes, permitiendo a las nuevas generaciones cristianas encontrarse, ponerse a la escucha de la Palabra de Dios, descubrir la belleza de la Iglesia y vivir experiencias fuertes de fe que han llevado a muchos a la decisión de entregarse totalmente a Cristo.
El lema de la Jornada de este año se refiere al episodio evangélico del encuentro de Jesús con el joven rico, tema que ya afrontó Juan Pablo II en 1985 en su primera carta dirigida a los jóvenes.

1.- Proyecto de vida
En el joven del Evangelio, explica Benedicto XVI, podemos ver una condición muy similar a la de cada uno de vosotros.
También vosotros sois ricos en cualidades, en energías, en sueños, en esperanzas: ¡recursos que poseéis en abundancia! escribe el Papa . Vuestra propia edad constituye una gran riqueza no solo para vosotros sino también para los demás, para la Iglesia y para el mundo.
La etapa de la vida en la que estáis inmersos es tiempo de descubrimiento: de los dones que Dios os ha otorgado y de vuestras responsabilidades, recuerda, añadiendo que es también el tiempo de elecciones fundamentales para construir vuestro proyecto de vida.
Es el momento, por tanto, de interrogaros sobre el sentido auténtico de la existencia y de preguntaros: ¿Estoy satisfecho con mi vida? ¿Hay algo que me falta?.
El Papa reconoce que los jóvenes, como el del Evangelio, quizás también viven situaciones de inestabilidad, de turbación o de sufrimiento, que les llevan a aspirar a una vida no mediocre y a preguntarse en qué consiste una vida lograda y cuál podría ser el propio proyecto de vida, para que ésta tenga pleno valor y pleno sentido".
¡No tengáis miedo de afrontar estas preguntas!, les exhorta. Lejos de abrumaros, éstas expresan las grandes aspiraciones que están presentes en vuestro corazón.
Por esto, añadie, deben ser escuchadas pues esperan respuestas no superficiales, sino capaces de satisfacer vuestras auténticas esperanzas de vida y de felicidad.
Para descubrir el proyecto de vida que puede haceros plenamente felices, poneos en escucha de Dios, que tiene su diseño de amor sobre cada uno de vosotros, les aconseja el Papa.
Con confianza, preguntadle: Señor, ¿cuál es tu diseño de Creador y Padre sobre mi vida? ¿Cuál es tu voluntad? Yo deseo cumplirla. Estad seguros de que os responderá. ¡No tengáis miedo a su respuesta!.

2.- Acoger la vocación
Con motivo del Año Sacerdotal, el Pontífice dedica un pensamiento especial por quien siente una llamada a la vida consagrada.
En este sentido, invita a los jóvenes a estar atentos a si el Señor os invita a un don más grande, en el camino del Sacerdocio ministerial, y a hacerse disponibles a acoger con generosidad y entusiasmo este signo de especial predilección, emprendiendo con un sacerdote, con el director espiritual el necesario camino de discernimiento.
La vocación cristiana brota de una propuesta de amor del Señor y puede realizarse solo gracias a una respuesta de amor, subraya el Papa .
¡No tengáis miedo, vosotros, queridos jóvenes y queridas jóvenes, si el Señor os llama a la vida religiosa, monástica, misionera o de especial consagración: Él sabe dar gozo profundo a quien responde con valor!
De la misma forma, invita a cuantos sienten la llamada al matrimonio a acogerla con fe, empeñándose en poner bases sólidas para vivir un amor grande, fiel y abierto al don de la vida, que es riqueza y gracia para la sociedad y para la Iglesia.
En todos estos casos, se trata de responder al proyecto que Dios tiene para cada uno. A ejemplo de tantos discípulos de Cristo, acoged también vosotros, queridos amigos, con gozo la invitación al seguimiento, para vivir intensamente y con fruto en este mundo, concluye el Papa. ¡Nunca es demasiado tarde para responderle!


CIUDAD DEL VATICANO, lunes 15 de marzo de 2010 (ZENIT.org).- El Papa Benedicto XVI ha querido lanzar un llamamiento al compromiso de los jóvenes con la sociedad, a través de su Mensaje para la XXV Jornada Mundial de la Juventud, que se celebrará el próximo Domingo de Ramos, 28 de marzo.
En este Mensaje, que la Santa Sede ha dado hoy a conocer, el Papa asegura a los jóvenes la importancia de sus elecciones vitales, de cara a la sociedad del futuro, y les invita a mantener la esperanza: Os necesitamos, reconoce.
Tras comentar el pasaje evangélico sobre el joven rico, del que se ha tomado el lema de esta Jornada, el Papa Benedicto XVI se remite al mensaje que en 1985 les dirigió Juan Pablo II, pidiéndoles que no tengan miedo a asumir sus propias responsabilidades.
Quien vive hoy la condición juvenil tiene que afrontar muchos problemas derivados de la desocupación, de la falta de referencias ideales seguras y de perspectivas concretas para el futuro, admite.
Ante esto, se puede tener la impresión de ser impotentes ante las crisis y a sus consecuencias actuales, pero el Papa invita a los jóvenes a no ceder al desánimo: ¡A pesar de las dificultades, no os dejéis desanimar y no renunciéis a vuestros sueños!.
Al contrario, insiste, el futuro está en las manos de quienes saben buscar y encontrar razones fuertes de vida y de esperanza.
¡Si queréis, el futuro está en vuestras manos, porque los dones y las riquezas que el Señor ha puesto en el corazón de cada uno de vosotros, plasmados por el encuentro con Cristo, pueden traer auténtica esperanza al mundo!, afirma el Papa
Es la fe en su amor la que, haciéndoos fuertes y generosos, os darás el valor de afrontar con serenidad el camino de la vida y a asumir responsabilidades familiares y profesionales, añade.

3.- Desafíos actuales
El Papa recuerda a los jóvenes algunos de los grandes desafíos actuales, que son urgentes y esenciales para la vida en este mundo, y que ya citó en su encíclica Caritas in Veritate.
Estos son, explica, el uso de los recursos de la tierra y el respeto de la ecología, la justa división de los bienes y el control de los mecanismos financieros, la solidaridad con los países pobres en el ámbito de la familia humana, la lucha contra el hambre en el mundo, la promoción de la dignidad del trabajo humano, el servicio a la cultura de la vida, la construcción de la paz entre los pueblos, el dialogo interreligioso, el buen uso de los medios de comunicación social.
Son desafíos a los que estáis llamados a responder para construir un mundo más justo y fraterno. Son desafíos que requieren un proyecto de visa exigente y apasionante, en el que poner toda vuestra riqueza según el designio que Dios tiene sobre cada uno de vosotros.
Pero, puntualiza, no se trata de realizar gestos heroicos ni extraordinarios, sino de actuar haciendo fructificar los propios talentos y las propias responsabilidades, empeñándose en progresar constantemente en la fe y en el amor.
Cristo llama a cada uno de vosotros a comprometeros con Él y a asumir las propias responsabilidades para construir la civilización del amor. Si seguís su Palabra, también vuestro camino se iluminará y os conducirá a metas altas, que dan alegría y sentido pleno a la vida, concluye.

                           
                                                       La vocación es...
                    El fuego que llevamos dentro.

El fuego es una de las imágenes más bellas. Un fuego emite luz y calor; consume y quema. Muy pocas cosas en la vida pueden cautivar tanto nuestra atención como las sencillas llamas del fuego.
Cuando una persona hace fuego empieza colocando cuidadosamente la madera y asegurándose de que está seca. Este cuadro del fuego trae a colación otra realidad oculta a la vista, no menos hermosa y excelsa, imposible de tocar y misteriosa, que puede llegar a arder más que las mismas llamas del fuego. Ese otro fuego es la vocación específica de cada persona.
Cuando Dios crea a un hombre, pone un fuego en su alma. Todas las cualidades que nosotros atribuimos a un fuego las podemos usar para entender bien y apreciar mejor la realidad de una vocación.
La vocación es algo sumamente hermoso. En el primer libro de Jeremías leemos la palabra de Dios a su profeta: «Antes de que te formará en el seno materno te conocí y antes de que nacieras te consagré». De todas las imágenes de nuestra relación con Dios, pocas son más llamativas que la realidad de que Dios nos ha conocido y tiene un plan para cada uno. Antes de que naciéramos Él empezó a hacer en nosotros un fuego. Una vocación es hermosa porque es un camino específico dado por Dios para encontrarlo. Es un camino a la felicidad personal. En la vocación particular todo hombre y mujer halla la plenitud de vida que le hace verdadero ser humano. Nosotros, además, estamos llamados a la vocación de la santidad. En la Iglesia sus miembros están llamados a adquirir la santidad fortalecida por tantos y grandes medios de salvación, aunque todo el creyente, en su propia condición o estado, está también convocado por el Señor a la perfección de santidad porque quien llama es «Él, el Padre perfecto».
Una vocación es una fuente de luz. Desde el principio del tiempo el ser humano ha buscado entender el propósito de su misión en la vida: ¿quién soy yo?, ¿de dónde vengo?, ¿a dónde voy? La luz que recibimos al encontrar nuestra vocación, nuestra misión en esta vida, es una respuesta a todos esos interrogantes. La vocación define a un hombre, le resuelve la pregunta acerca de quién y qué debe hacer: profesor, sacerdote, doctor, madre, padre Cuando el ser humano entiende la realidad de su vocación, todos los otros cuestionamientos se le resuelven. La vocación es la respuesta al origen y propósito de vida de cada uno. «Me has creado para Ti y mi corazón está inquieto hasta que descanse en Ti». En otras palabras, cuando uno se realiza en su vocación, se está en la plenitud de la luz. Se puede ver claramente el camino que Dios nos ha puesto delante, dónde empieza y a dónde va.
Una vocación también emite calor, se funde en el culmen radiante del amor. Y es que la vocación más fundamental para todos es la de amarse: «Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros como yo les he amado». Fuera del amor el hombre es incomprensible. Cada vocación es especial: la vida matrimonial, la vida consagrada: son significaciones del amor de Dios irradiado en el mundo.
Una vocación consume y quema. El Evangelio está lleno de paradojas. Nos dice que aquellos que se lamentan serán exaltados; que los que lloran, reirán y que aquellos que deseen encontrar su vida deben perderla. Toda vocación es seguida por un sacrificio. Pero ese sacrificio, ese yugo de Dios «es su testamento que nosotros aceptamos. Y este testamento no es pesado porque no oprime ni nos quita nuestra libertad». Su testamento nos sirve para conocer el camino de nuestra existencia; por eso es también nuestra alegría: no nos aliena, nos purifica incluso cuando esto puede ser doloroso, pero nos lleva más allá de nosotros mismos. Responder a la llamada de Dios es dejar nuestros propios planes y ambiciones de lado; lo que solemos pensar que nos hará felices. Todo para que encontremos la verdadera felicidad en Dios.
Una vocación es cautivadora. Nuestra sociedad tiene sed de héroes. La muerte de Juan Pablo II nos lo demostró. Las personas buscan modelos para emularlos. Los hombres y mujeres sinceros buscan vivir lo que esos héroes profesan y no se asustan en proclamarlo a otros. En Juan Pablo II millones de seres humanos vieron a un héroe. El vivió su vocación como cristiano y como sacerdote plenamente. Él fue una «luz que brilló en la oscuridad»; cautivó porque su llama iluminó como una lámpara la gran casa del mundo.
Es propio del hombre buscar el significado de su vida. Tiene hambre por resolver los planteamientos fundamentales de su existencia y necesita una luz para guiarse en este empeño. Sólo con la ayuda de Dios los anhelos del hombre quedan satisfechos. Por eso es importante que cada hombre y mujer descubran el camino al que Dios les ha llamado y cultiven así el fuego de su vocación.